Mientras fumaba sentada en el balcón miraba a la
personas que pasaban por la avenida, personas sin
problemas, tan frías, tan tranquilas, viviendo una vida sin
sentido, buscando cumplir con ridículos estereotipos, una vida que
transcurre escuchando las mismas canciones, viendo las mismas películas,
escuchando los mismos malditos discursos de las mismas malditas personas,
regalando el poder de su vida a la ridiculez de los medios y a la fantasía de
la publicidad.
Personas sin ideales, robots estúpidos, fríamente programados para
seguir el mismo patrón de los demás, cobardes, ridículos, temerosos, tontos.
Termino de fumar mi cigarrillo y decido que mostrar la bragas en
ese balcón no es la mejor forma de seguir el patrón, pero no me importa, nadie
me ve, están tan controlados que una chica en un balcón mostrando las tetas y
las bragas no es nada que valga la pena detenerse a mirar.
Me pregunto si por sus cabezas pasara alguna idea de lo hermoso
que es el mundo, si tal vez se detienen a observar los atardeceres, si leen
poesía, o si al menos leen, si en medio de sus estupidez disfrutaran del sonido
del saxofón en una noche estrellada, si se detendrán a sentir la brisa de la
mañana o si al contrario solo huyen de ella y se ocultan.
Me pregunto si disfrutaran del caluroso olor de café recién hecho,
de la buena comida, me pregunto si al menos harán el amor en una posición
diferente cada vez, o si eso tampoco son capaces de disfrutarlo.
Me pregunto tantas cosas, muchas de ellas sin respuesta. No soy la
persona más filosófica del mundo, pero mi madre me enseño que para entender la
vida y como disfrutarla debes aprender a encontrar en los detalles más pequeños
el más grande placer.
Me enseñó que la felicidad no está en la banalidad del dinero, ni
la inmediatez de la moda, que la felicidad, esta en el roce del viento contra
tu rostro y el perfume de la persona que amas. Pero las personas que están allá
afuera no lo entienden, no lo ven.
Tal vez si levantarán sus rostros por un segundo, y vieran la
combinación perfecta que muestra el cielo en este momento, el mágico
entremezclar de colores que representan cosas diferentes desde cada ángulo,
ópalos, rosas y blancos de un lado, y fuego, determinación, pasión y
tranquilidad envuelta en amarillos del otro lado, tal vez descubrirían que
existen más colores y texturas que los que aprecian en su celular. Tal vez
serían más románticos y menos manipulables.
Una pareja pasa tomada de la mano frente a mi balcón y yo, yo
siempre quise un amor diferente, alguien que me amara de la forma en la que
debe amarse, con un escalofrío determinante que te recorre la columna y un
suspiro profundo pero sin nostalgia. Un amor que destrozara todos mis
mecanismos y me enseñara nuevos, uno que bajara mis armas o apuntará conmigo a
todo, siempre. Un amor que restablecerá mis límites y reprendiera
conciencia cada noche. Un amor del que aprender algo nuevo todos los días, una
mirada diferente, una frase, una poesía, una mentira, una palabra, una
sensación. Cualquier cosa.
No un amor eterno, porque las cosas maravillosas no suelen durar
tanto, pero al menos uno que hiciera la diferencia, que me dejara ser yo misma
y al mismo tiempo pertenecerle, que me permitiera recorrer sus ilusiones y sus
ganas, explorar su recorrido y analizar su forma de ver el mundo. Un amor
que compartiera su caja de colores y me invitara a pintar el cielo a su lado,
uno con defectos, con imperfecciones, con equivocaciones, pero parte de mi,
siempre parte de mi.
Una llovizna leve golpea el borde de mi balcón y una lagrima
resbala por mi mejilla, que ridícula debo verme así, cualquiera que me viera
con el cabello hecho un desastre cayendo sobre el rostro diría que tengo un
problema. Un problema por querer encontrar a personas diferentes, sin
mecanismos, sin reglas y peor aún, encontrar una que quisiera verme desde el
balcón de frente, y descubriera mis ojos llenos de brillo centellante y las
ganas de salir desnuda a la calle solo por romper los esquemas. Una persona que
al verme sonriera y me hiciera sentir la tranquilidad y la pasión que hacer las
cosas bien hechas requiere.
De cualquier forma la mía era una fantasía como esas tantas
otras que tienen las niñas con actores famosos, muy a pesar de que en el fondo
sabia que la ansiedad de mis deseos era tan real y certera como mis ganas de
hacerlos realidad.
Despedí la tarde parada de nuevo en el balcón y con un último
cigarrillo en la boca desee que la lluvia tocara mis senos desnudos, que la luz
serena y tropical de la tarde me recordara lo viva que estaba y por ultimo
desee un par de ojos curiosos que miraban a través de la ventana del frente,
antes de cerrar las puertas y volver a la estúpida realidad que algunos llaman
perfecta.
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