sábado, 13 de agosto de 2016

Mi balcón

Mientras fumaba sentada en el balcón miraba a la 
personas que pasaban por la avenida, personas sin 
problemas, tan frías, tan tranquilas, viviendo una vida sin sentido, buscando cumplir con ridículos  estereotipos, una vida que transcurre escuchando las mismas canciones, viendo las mismas películas, escuchando los mismos malditos discursos de las mismas malditas personas, regalando el poder de su vida a la ridiculez de los medios y a la fantasía de la publicidad.
Personas sin ideales, robots estúpidos, fríamente programados para seguir el mismo patrón de los demás, cobardes, ridículos, temerosos, tontos.
Termino de fumar mi cigarrillo y decido que mostrar la bragas en ese balcón no es la mejor forma de seguir el patrón, pero no me importa, nadie me ve, están tan controlados que una chica en un balcón mostrando las tetas y las bragas no es nada que valga la pena detenerse a mirar. 
Me pregunto si por sus cabezas pasara alguna idea de lo hermoso que es el mundo, si tal vez se detienen a observar los atardeceres, si leen poesía, o si al menos leen, si en medio de sus estupidez disfrutaran del sonido del saxofón en una noche estrellada, si se detendrán a sentir la brisa de la mañana o si al contrario solo huyen de ella y se ocultan.
Me pregunto si disfrutaran del caluroso olor de café recién hecho, de la buena  comida, me pregunto si al menos harán el amor en una posición diferente cada vez, o si eso tampoco son capaces de disfrutarlo.
Me pregunto tantas cosas, muchas de ellas sin respuesta. No soy la persona más filosófica del mundo, pero mi madre me enseño que para entender la vida y como disfrutarla debes aprender a encontrar en los detalles más pequeños el más grande placer.
Me enseñó que la felicidad no está en la banalidad del dinero, ni la inmediatez de la moda, que la felicidad, esta en el roce del viento contra tu rostro y el perfume de la persona que amas. Pero las personas que están allá afuera no lo entienden, no lo ven.
Tal vez si levantarán sus rostros por un segundo, y vieran la combinación perfecta que muestra el cielo en este momento, el mágico entremezclar de colores que representan cosas diferentes desde cada ángulo, ópalos, rosas y blancos de un lado, y fuego, determinación, pasión y tranquilidad envuelta en amarillos del otro lado, tal vez descubrirían que existen más colores y texturas que los que aprecian en su celular. Tal vez serían más románticos y menos manipulables.
Una pareja pasa tomada de la mano frente a mi balcón y yo, yo siempre quise un amor diferente, alguien que me amara de la forma en la que debe amarse, con un escalofrío determinante que te recorre la columna y un suspiro profundo pero sin nostalgia. Un amor que destrozara todos mis mecanismos y me enseñara nuevos, uno que bajara mis armas o apuntará conmigo a todo, siempre. Un amor que restablecerá mis límites y reprendiera  conciencia cada noche. Un amor del que aprender algo nuevo todos los días, una mirada diferente, una frase, una poesía, una mentira, una palabra, una sensación. Cualquier cosa.
No un amor eterno, porque las cosas maravillosas no suelen durar tanto, pero al menos uno que hiciera la diferencia, que me dejara ser yo misma y al mismo tiempo pertenecerle, que me permitiera recorrer sus ilusiones y sus ganas, explorar su recorrido y analizar su forma de ver el mundo.  Un amor que compartiera su caja de colores y me invitara a pintar el cielo a su lado, uno con defectos, con imperfecciones, con equivocaciones, pero parte de mi, siempre parte de mi.
Una  llovizna leve golpea el borde de mi balcón y una lagrima resbala por mi mejilla, que ridícula debo verme así, cualquiera que me viera con el cabello hecho un desastre cayendo sobre el rostro diría que tengo un problema. Un problema por querer encontrar a personas diferentes, sin mecanismos, sin reglas y peor aún, encontrar una que quisiera verme desde el balcón de frente, y descubriera mis ojos llenos de brillo centellante y las ganas de salir desnuda a la calle solo por romper los esquemas. Una persona que al verme sonriera y me hiciera sentir la tranquilidad y la pasión que hacer las cosas bien hechas requiere.
De cualquier forma la mía era una fantasía  como esas tantas otras que tienen las niñas con actores famosos, muy a pesar de que en el fondo sabia que la ansiedad de mis deseos era tan real y certera como mis ganas de hacerlos realidad.


Despedí la tarde parada de nuevo en el balcón y con un último cigarrillo en la boca desee que la lluvia tocara mis senos desnudos, que la luz serena y tropical de la tarde me recordara lo viva que estaba y por ultimo desee un par de ojos curiosos que miraban a través de la ventana del frente, antes de cerrar las puertas y volver a la estúpida realidad que algunos llaman perfecta. 

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