“Me encantan las puestas de sol… ¿Vamos a ver una puesta de sol?”
Una forma de evitar la tristeza y apreciar lo magnifico para el principito eran las puestas de sol, sentía que era la forma más bella en la que el mundo podría expresarse y desde su pequeño planeta solo debía moverse un poco para apreciarlas una y otra y otra vez.
Cuando lo leí, que fue muchos años después de la época en la que todos suelen leer este maravilloso libro, no logre comprender porque le parecían tan fascinantes y asombrosas, las puestas de sol en una ciudad fría como la nuestra no tienen una presencia mágica y poderosa, o eso creía yo.
Los días largos e iguales en los que nos levantamos, vamos al trabajo luego a la universidad y después de regreso a casa no nos dan tiempo para admirar cosas sencillas, cosas que se encuentran a nuestro alcance y que no tienen un precio, que podemos observar y admirar sin invertir nada más que unos minutos de tiempo.
“Un día, vi al sol ponerse cuarenta y tres veces”- dijo el Principito.
No lograba comprender la magnitud de las sabias palabras del Principito, no lograba comprender que si lo aterrizamos a nuestra fría no tan fría ciudad tenemos las posibilidades contadas de perdernos en una de esas maravillosas puestas de sol, no lograba comprender que es un escape que el cielo te regala, que es el día en el que decide llevar sus crayones y explotar el sentimiento y la creatividad que lleva a dentro y plasmarlo en una hermosa obra, que después de horas de trabajo solo dura unos minutos y que con su enorme gratitud decide obsequiarla a nuestros ojos curiosos y ávidos de ilusiones nuevas.
No lograba comprender que un día decide expresar la calidez de su alma con tonos naranjas que más delante se convierten en amarillos de ilusión y que finalizan con una gota de azul claro que complementa su obra de manera excepcional, que otro día decide que los rosas pasteles serán los indicados para dar un poco de paz, y que a modo de chiste pinta tonalidades rosas desafiando los poderes del cielo y el color, y que los combina con tonalidades distantemente rojizas que buscan abrir el alma de cualquiera a las posibilidades. Que un día decide que no pintara demasiado, y que dejara al sol lucirse con sus mágicas vestiduras, y que permitirá que se exprese en los colores que la naturaleza le ha regalado.
No lograba comprender nada de esto, hasta el día en que lo vi, y debo admitir que no hace falta nada más que abrir los ojos, elevar un poco la mirada al cielo y apreciar.
Mientras yo estaba allí dejándome hechizar con su danza, con el pasar suave y teatral de pincel sobre el cielo, con las melodías sordas que llegaban a mis oídos con el ánimo de dar a aquella escena una tonalidad de fantasía, las personas a mi alrededor seguían con sus vidas grises, no se daban cuenta de la inigualable pintura que nos regalaba la tarde aquel día, no se daban cuenta de lo maravillosa que es la vida plasmada en pequeño detalles.
Mientras yo estaba allí dejándome hechizar con su danza, con el pasar suave y teatral de pincel sobre el cielo, con las melodías sordas que llegaban a mis oídos con el ánimo de dar a aquella escena una tonalidad de fantasía, las personas a mi alrededor seguían con sus vidas grises, no se daban cuenta de la inigualable pintura que nos regalaba la tarde aquel día, no se daban cuenta de lo maravillosa que es la vida plasmada en pequeño detalles.
Cuando el sol se ocultó por completo, y la pintura se marchó con él, regrese a mi camino con un aire melancólico en el alma, pero con una sensación de pureza y felicidad en el corazón, me hubiera gustado que las personas que estaban allí conmigo lo hubieran comprendido, pero era demasiado sencillo para que se detuvieran a observar.
No existen fotografías de ese momento, todas las imágenes y los colores quedaron grabados en mi corazón, ahora sé que cada vez que necesite hallar la paz y la felicidad que hace falta a veces para continuar, solo debo dejarlas salir, y apreciarla, amarla y perderme en ella como el principito quería enseñarme.
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